La educación frente a la violencia de género

22/11/2022

Cada 25 de noviembre comemoramos el Día Internacional de la No Violencia contra las Mujeres. Esta fecha representa una oportunidad para poder visibilizar y reflexionar en torno a esta problemática que nos afecta a nivel global. En este sentido, nuestra misión como educadores debe estar dirigida a poder contribuir con la eliminación de todo tipo de violencia de género desde nuestras áreas formativas. 

En primer lugar, debemos reconocer la influencia que tiene la escuela como espacio de socialización: en ella aprendemos conductas socialmente aceptadas, valores y normas que modelan nuestras formas de relacionarnos. Por tanto, es un espacio en donde también nos enfrentamos al desafío de reconocer las distintas manifestaciones de violencia de género que ocurren en la institución: estereotipos presentes en los discursos de docentes y estudiantes, “bromas” que maquillan la violencia verbal o situaciones de exclusión. 

 

Como sociedad, solemos ignorar aquellas situaciones violentas que no expresan un daño físico o visible, por lo cual se siguen perpetuando daños y normalizando agresiones. En este sentido, la Educación Sexual Integral (ESI) busca brindar herramientas para poder sensibilizar a los docentes y estudiantes en el reconocimiento de la violencia y en la construcción de una sociedad más justa e inclusiva.  Además, la ESI contribuye a que los estudiantes puedan adquirir y formarse en una cultura de equidad y respeto hacia las mujeres. Por ello, la comunidad educativa debe facilitar espacios en los que los estudiantes pongan en práctica valores y actitudes de equidad, puesto que la enseñanza en valores pierde sentido si los estudiantes continúan teniendo un rol pasivo en la búsqueda del cambio social. 

En segundo lugar, como bien se mencionó, la educación es una herramienta de cambio, pero también una vía para reducir las brechas de género y pobreza: niñas y adolescentes con acceso a educación podrán tomar decisiones sobre sus vidas, planificar su futuro y sentirse seguras en un entorno que valide sus sueños y aspiraciones. Por tanto, este acceso debe estar acompañado de la participación que, lamentablemente, muchas veces es limitada por la desigualdad dentro de los espacios educativos. Desde la educación se deben brindar las herramientas necesarias para que las estudiantes puedan participar en la sociedad, exigiendo el cumplimiento de sus derechos, pero también accediendo a información que les permita realizar sus proyectos de vida. Entonces, atender las necesidades educativas de las niñas y adolescentes impacta directamente en sus posibilidades profesionales y laborales. 

Finalmente, en el ámbito de la educación superior, la formación universitaria debe responder a la demanda de profesionales capaces de afrontar y eliminar las diferencias de género. Además, las instituciones deben tomar acción de manera coherente frente a situaciones de violencia: se debe actuar de manera efectiva realizando los procedimientos de prevención y emitir las sanciones necesarias para proteger y reparar a las víctimas. El espacio de formación de distintos profesionales debe tener nula tolerancia frente a casos de violencia de género.

Artículo elaborado por:
Alicia Chong
Educación Secundaria – Sociales

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