08/03/2021 Noticias
Por: Susana Reisz
Nuestro Decano, el Dr. José de la Puente, me ha pedido gentilmente que escriba una nota sobre el Día Internacional de la Mujer dando por sentado que me interesaría decir algo al respecto. Vacilé un poco antes de asumir el encargo pues en ese momento no estaba con gran ánimo festivo, pero terminé aceptándolo porque vi en el pedido un generoso gesto de reconocimiento a mi labor como su predecesora. Aclaro, sin embargo, que el contenido del texto que sigue es de mi exclusiva responsabilidad.
A mediados de los años 90, cuando estaba dándole forma final a mi libro Voces sexuadas. Género y poesía en Latinoamérica, solía registrar mis impresiones sobre lo que observaba a mi alrededor en relación con la vida de las mujeres. Gracias a la memoria de las computadoras que usé a lo largo de muchos años y a mi tendencia a comportarme como una coleccionista de ideas propias y ajenas, acabo de recuperar un texto del que mi mente solo tenía un vago recuerdo. Lo reproduzco aquí pues pienso que pese al tiempo transcurrido no ha perdido total vigencia:
Aunque nos acercamos ya al año 2000, que ha sido proclamado por las Naciones Unidas como el año de la igualdad para las mujeres, en casi todo el orbe se sigue educando a las chicas para hablar más suavemente, para ser serviciales y discretas, para ceder la palabra o callar cuando está en juego el poder o cuando se tocan temas «trascendentes» y para preparar su rol de complemento del hombre. Y aun cuando el sistema económico actual exija la incorporación de las mujeres a profesiones y sectores laborales antes reservados a los varones, se sigue insistiendo en que la máxima realización de la mujer es ser esposa y madre y que cualquier otra tarea o actividad, por muy importante que sea, debe subordinarse a aquéllas.
Me sorprendo al comprobar que, después de un cuarto de siglo, la contienda electoral actual en el Perú saque a relucir esos mismos mandatos ancestrales y que sus portavoces no solo sean varones sino también algunas mujeres que satanizan el concepto de “género” y que extreman el mandato de dejar de lado la formación profesional o el trabajo fuera de casa (por necesario que sea para la subsistencia propia o de la familia) para dedicarse exclusivamente a ser madres.
Por fortuna, en nuestra universidad la situación de las mujeres ha mejorado de modo sustancial en estos últimos años. Yo fui Decana de Letras y Ciencias Humanas desde el 2011 hasta el 2017 y en ese periodo –en particular en el último tramo de mi gestión– fui testigo de cambios muy importantes como consecuencia de la introducción de las llamadas “políticas de género”. Pienso que durante los pocos años en que esas políticas han estado vigentes se ha promovido la intervención de un mayor número de mujeres en cargos de gobierno, se ha incentivado la contratación de un mayor número de profesoras en unidades académicas tradicionalmente “masculinas” y –lo que quizás sea el mayor logro– se ha avanzado en el empeño por proteger a nuestras estudiantes de cualquier forma de abuso y, en particular, del acoso sexual como una práctica naturalizada de “galanteo” o de “conquista”.
En el ámbito nacional, pese a la existencia de voces discordantes que tratan de empujar el carro de la historia hacia atrás y pese a la ineficacia de nuestro sistema jurídico y policial para combatir la violencia contra la mujer, es innegable que ha habido algunos progresos.
Es necesario tener en cuenta que la emancipación del género femenino no puede ser aceptada dócilmente por esa otra mitad de la humanidad que a lo largo de los siglos ha gozado de privilegios asumidos como hechos de naturaleza (allí incluidos tanto los hombres de estratos populares como los grandes rebeldes de la historia).
Para hacer un balance realista de la situación actual, es necesario tener en cuenta que la emancipación del género femenino no puede ser aceptada dócilmente por esa otra mitad de la humanidad que a lo largo de los siglos ha gozado de privilegios asumidos como hechos de naturaleza (allí incluidos tanto los hombres de estratos populares como los grandes rebeldes de la historia). Aceptar voluntariamente la pérdida de control sobre “sus” mujeres e incluso celebrarla en nombre del progreso de la humanidad no es tarea fácil, ni siquiera para aquellos hombres que se consideran luchadores contra un orden social injusto. Tampoco es tarea fácil para muchas mujeres cuya mente ha sido moldeada para la aceptación de un rol subordinado y de su misión como “ángeles del hogar”.
El avance será lento y habrá ineludibles contramarchas, pero nuestra gran esperanza está en la educación de las nuevas generaciones. La escuela y la universidad. –y en particular nosotras y nosotros como humanistas– estamos llamados a cumplir un rol fundamental en la lucha contra una de las formas más primarias y menos visibles de inequidad: la que se manifiesta por igual en espacios públicos y privados y en todos los estamentos de nuestra sociedad en detrimento del género femenino. Con nuestro apoyo las niñas y las jóvenes que suelen ser víctimas de ese ancestral estado de cosas aprenderán a luchar por su independencia y a desarrollar proyectos de vida propios; y los niños y los jóvenes que han sido criados. (o lanzados al mundo) para actuar violentamente y reprimir sus sentimientos aprenderán a desarrollar su sensibilidad y a respetar la. voluntad y la integridad física de sus compañeras.
Para concluir con una noticia alentadora, quiero subrayar el reciente avance de las mujeres peruanas en terrenos que antes eran el “hortus clausus” de la masculinidad: los cargos públicos de alto nivel y el ejercicio de la autoridad en esos dominios. Como lo anuncia un evento celebratorio, organizado por la Facultad de Derecho de la PUCP –una Facultad que por primera vez en su centenaria historia tiene una Decana–, en este momento seis distinguidas profesionales ocupan posiciones de alta responsabilidad: la Presidenta de la Junta Nacional de Justicia, la Presidenta del Tribunal Constitucional, la Presidenta del Poder Judicial, la Fiscal de la Nación, la Presidenta del Congreso, y la Presidenta del Consejo de Ministros.
Unámonos, entonces, a la celebración del Día Internacional de la Mujer desde nuestra Facultad de Letras y Ciencias Humanas con la satisfacción de saber que nuestra unidad está firmemente comprometida con la protección, el bienestar y el desarrollo de todas las mujeres de su comunidad.
excelente, gracias.
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