06/09/2021
Exintegrante de OPROSAC y egresada de nuestra universidad como politóloga, Mariana Claudia Augusto nos habla sobre el Estado peruano, la política y otras cuestiones.
Maria Claudia Augusto es licenciada en Ciencias Políticas y Gobierno por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha sido asistente de investigación en el Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico y pre docente en el curso de teoría del Estado en la facultad de Ciencias Sociales de la PUCP. Además, ha trabajado en instituciones públicas como el Ministerio de Economía y Finanzas, y en el CEPLAN. Actualmente, trabaja en el despacho viceministerial del Ministerio de Cultura.
Luego de un largo y agotador proceso electoral, la incertidumbre está aún más lejana a desaparecer. La actualidad política nos muestra un escenario que va acercándose cada vez más a la coalición. La disputa nos coloca entre una izquierda que da pequeños pasos de cara a moderarse y una derecha que cerrará el paso tan pronto como le sea posible. El conflicto entre ejecutivo y legislativo parece acompañarnos otro quinquenio más. Sin embargo, continuamos en el año del Bicentenario, por lo que, dentro de este marco de problemáticas políticas es apropiado recordar qué nos falta por hacer, implementar y mejorar. Así, María Claudia nos comenta sobre estas y otras vicisitudes.
Yo entré a Estudios Generales Letras pensando que sería abogada. Sin embargo, en el tercer ciclo llevé el curso de Elementos de Ciencia Política y me pareció bastante interesante, todos los temas me llamaban la atención me di cuenta que me daba herramientas para poder entender mejor las cuestiones de la política. Coincidente, en el contexto de ese entonces se encontraba la segunda vuelta entre Ollanta Humala y Keiko Fujimori, entonces eran muchas cuestiones las que se discutían en ese entonces, podría decir que fue parecido a lo que vivimos ahora. Además, llevé el curso de Realidad Social Peruana, el cual me abrió una ventana de conocimiento. Esto hizo que me apasionara por mi carrera y luego de investigar un poco en la página de la facultad de Ciencias Sociales pude hacer mi cambio.
Desde el inicio, mi vocación por estudiar Ciencias Políticas no nace por querer ser política, sino por el deseo de entender la política. No vino por un interés de querer ser activista política o postular a un cargo público, sino por entender lo que había detrás y cómo tomar las decisiones. Cuando descubres la Ciencia Política como disciplina, encuentras que está buscando entender las relaciones de poder en general. No vino por un interés de querer ser activista política o postular a un cargo público, sino por entender lo que había detrás y cómo tomar las decisiones.
Cuando egrese tuve la oportunidad de entrar al gabinete de asesores en el Ministerio de Economía. Yo era la más joven entre mis colegas de 40-50 años, yo tenía 23 años. Con esta experiencia multidisciplinaria, pues trabajé con un equipo de abogados y economistas, pude entender cómo funciona realmente la política. Luego de que el ministro para el que trabajé fuera censurado, fui a parar en la Universidad del Pacífico. Ahí, trabajé junto a Alberto Vergara, quien fue mi mentor e investigamos temas como representación y partidos políticos. Aún así, me di cuenta que mi inspiración estaba en el Estado y logré entrar al CEPLAN. Si bien en el MEF vi proyectos y presupuestos, en el CEPLAN empecé a ver instrumentos de planificación, Aquí, me di cuenta que existen brechas de implementación entre lo que uno quiere hacer y en lo que puede hacer. Sin embargo, trabajar en el Estado te permite acercarte a las decisiones en beneficio directo a la ciudadanía. El ser un servidor público es una entrega a favor de la ciudadanía, es algo que se debe tener muy en claro y así evitar la corrupción. Muchas veces se piensa que el Estado no trabaja y por eso, es ineficiente, pero desde mi balance, en muchas áreas del Estado puedo decir que se intenta afanosamente hacer algo.
La pandemia puso en evidencia la afectación de las poblaciones indígenas originarias, por lo que al estar en foco de la agenda del gobierno permitió que nosotros, desde el Ministerio de Cultura, podamos implementar otras medidas que en una coyuntura normal no hubiésemos podido hacer. Pudimos desplegar un equipo territorial en 13 departamentos priorizados con gestores interculturales para poder monitorear casos COVID en las localidades indígenas originarias y hacer un rastreo para periodo de salud, coordinar con las distintas actividades que podían ingresar a las poblaciones indígenas originarias como los comandos COVID y los bonos. También logramos impulsar una estrategia de difusión en lenguas indígenas de prevención ante el covid a nivel nacional a través de redes locales. Otra acción interesante que hemos tenido en articulación con el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social ha sido a través del programa Qali Warma. Se aprobó una norma que permitió al programa llevar alimentación excepcional a localidades indígenas originarias. Logramos llegar a un millón de personas. En el caso de la población afroperuana es lo mismo, se han repartido mascarillas, hemos trabajado con gestores de alerta, hemos llevado ayuda y más. Esto es parte de ser un servidor público. Las coordinaciones pequeñas terminan apuntando a un objetivo, que es poder llevar ayuda a través de políticas públicas.
Me preocupa ver que hay personas que han considerado que su voto fue más democrático. Hubo y puede decirse que hay una intención de superioridad en base al voto. Vimos un sector de la población que no quiso aceptar los resultados electorales. Asimismo, los medios de comunicación no han tenido el rol neutral, objetivo e informativo que uno esperaría. Y, por su parte, en las redes sociales se ven muchos discursos de odio, intolerancia y racismo, lo que generó que se de un espacio de batalla (que también se dio en 2011). Uno podría hacer un paralelo entre los comentarios de cuando Humala fue electo con los de ahora y se podría decir que no pasó el tiempo, varios son exactamente lo mismo. Eso sí es preocupante.
No podemos pensar que el país le pertenece a algunas personas, pues todos somos ciudadanos y somos parte de la nación, tenemos los mismos derechos. Por lo que, no es dable que en el 2021, año del Bicentenario, se sigan aludiendo a frases racistas y discriminatorias que descalifican al otro por no pensar como nosotros.
-Hemos escuchado a voces que anuncian que “la democracia peligra” ¿En qué medida eso es cierto?
La democracia debería ser igual de importante que la política económica o social. Es decir, es la que nos permite saber si de aquí a 5 años volveremos a votar. Nos permite resolver situaciones de conflicto a través del consenso, pero qué sucede cuando los actores que deben involucrarse, como los partidos políticos, son precarios o no son en esencia partidos políticos. Ahí está el problema. En el caso peruano, si miramos nuestros partidos políticos resulta el hallazgo que en verdad son vehículos electorales en busca de acceder al poder, pero que no necesariamente quieren construir una trayectoria política. Actualmente, los actores políticos parecen cambiar de elección a elección. Todo esto hace evidente que el sistema político, que ya era débil, se sigue debilitando y se sigue fragmentando a niveles como los que tenemos ahora. Bajo ese marco es más difícil tener consensos, pues hablamos de actores con agendas a corto plazo que no están necesariamente dispuestos a dialogar, sino que apuestan más por el conflicto y salidas rápidas. Es algo que hemos visto en los últimos años. Por tanto, considero que la democracia en nuestro país se está haciendo muy golpeada y tengo temor de lo que podría pasar en los próximos años.
Debemos partir de la idea de que en Perú no tenemos partidos políticos. Es decir, en otros países existen partidos políticos que sobreviven con el tiempo; en cambio, podemos ver los últimos 20 años de nuestra historia y se puede reconocer los partidos políticos que funcionan como vehículos electorales que postulan elección a elección. Eso genera una clara falta de representación entre el ciudadano y los partidos políticos.
Cuando uno piensa en representación da con la idea de los partidos políticos, que estos dentro del gobierno, del Congreso, de las municipalidades representarán ciertas demandas. Sin embargo, se topa con que la persona por la cual votó no responde a la ciudadanía, a sus votantes, no tiene contacto con grupos sociales. Esto suma la desafección de la ciudadanía y crea una idea de que el funcionario trabaja por sus propios intereses y no representa. Todo esto se da precisamente por la ausencia de organizaciones políticas que tengan orden, programas y respondan a sus electores.
Cuando elegimos actores políticos que carecen de experiencia en la toma de decisiones podemos generar un perjuicio a la ciudadanía y al país. Me pongo a pensar en el Congreso de la República. Lo que se ha visto son congresistas sin trayectoria política, que aprueban leyes que no son constitucionales o terminan asumiendo prerrogativas que no están en la Constitución, aprueban normas por insistencia que no son viables técnicamente. En ese sentido, la situación del Estado peruano, que es un estado históricamente débil y que tiene grandes brechas de implementación nacional y subnacional, se complica aún más cuando los actores políticos no están preparados, ni tienen como prioridad a la ciudadanía o son corruptos. Entonces, hay una estructura, hay actores y estos actores tiene un margen de decisión dentro de esta estructura que puede llevar a que el Estado se siga debilitando o por el contrario, se desarolle cuando tiene equipos correctos y técnicos idóneos puedan mejorar ciertos servicios en pro de la ciudadanía.
Si bien Pedro Castillo fue un líder sindical con nexos territoriales, con ronderos y con la SUTEP, se debe reconocer que no ha tenido experiencia política, ni tampoco en la negociación. Esto ocasiona lo que vivimos actualmente. Hay una gran incógnita de cómo va gestionar el país.
Es importante la política económica. Hay mucha incertidumbre sobre cómo Castillo va a llevar la economía en los próximos años. Si bien existe un consenso para parte de la mayoría de la población de que se tienen que hacer ajustes al modelo económico y al modelo de desarrollo, Castillo debe mostrar cuales van a serán esos ajustes que irán por miradas como la de Pedro Franckle o la de Cerrón. Es importante reconocer que debe ser una dirección que genere crecimiento ya que el estado no va a poder hacer muchas cosas si no tiene recaudación o ingresos y no podrá trabajar con un sector privado que no es competitivo ni productivo. Por otra parte, también debe haber un enfoque de políticas generen bienestar en rubro como la salud o la educación. No puede ser que estemos en un país donde no se garantice un acceso a salud de calidad o que hayan instituciones educativas que funcionen en condiciones deplorables, niños caminando tres o cuatro horas para poder recibir educación. Esas también son prioridades que debe tener el Estado. Y si uno pone una comparativa, el Perú no está en los niveles de bienestar esperados para su nivel de crecimiento. Se deben establecer estrategias para poder formalizar a la población, políticas de protección social, pensiones, seguros de desempleo, políticas sociales.
Para nada, eso es establecer una barrera y todos somos una nación. Podemos entender que el país tiene un gran centralismo al que se tiene que hacer frente. Las decisiones no pueden ser tomadas solo desde Lima, pues no se puede esperar que las decisiones tomadas se vayan a cumplir en los gobiernos regionales. Por lo que, considero cierta la afirmación que una gran mayoría del país busca representación dentro de un contexto de grandes brechas sociales y económicas que todavía no han sido compensadas. La bonanza económica que hemos tenido no ha generado necesariamente las mismas condiciones de desarrollo para una mayoría de la población. Si bien cuando entró un outsider como Fujimori y su liberación del mercado a través de la constitución, dejó de lado sectores que deben ser considerados como derechos fundamentales y no darle toda la libertad a la empresa privada, económicamente hablando. Los derechos a la educación y a la salud, por ejemplo, se encuentran en el segundo capítulo de la Constitución, considerados como derechos sociales y en realidad, deberían ser considerados derechos fundamentales.
El fujimorismo puso condiciones macroeconómicas institucionales que nos han permitido acceder a créditos mejor rankeados, unido al boom de los minerales que nos permitió crecer a una tasa altísima comparación de otros países de la región, pero simultáneamente abandonó otras políticas fundamentales para generar capacidades en la ciudadanía y un ejemplo de esto es la educación. Las universidades, por ejemplo, su baja regulación provocó que estudiantes egresados con un diploma no puedan insertarse laboralmente porque no tenían las competencias para los puestos de una carrera que se supone habían estudiado 5 años. Hay muchos temas que no han sido atendidos y que son importantes atender. Pensando tanto en PBI o cifras macroeconómicas como en las oportunidades que tienen las personas para poder acceder a una vida digna en salud, educación, empleo.
Considero que es una concentración de algo que algunas voces ya venían diciendo desde hace 10 años. Uno piensa en libros como el de Piero Ghezzi, Carlos Ganosa o Alberto Vergara, cuyos análisis reconocían el crecimiento económico, pero que ese crecimiento no puede debe ir acompañado del fortalecimiento del Estado. Como podemos ver esos análisis ya venían, pero había una mayoría que no les prestaba atención. La pandemia ha sido una constatación grande que es necesario hacer cambios. Familias vendiendo sus casas y sus pertenencias por un balón de oxígeno, un control epidemiológico que nunca funcionó y un sistema de salud colapsado. Los esfuerzos del Estado como el aumento de camas UCI, la creación de espacios de atención de salud en todos los gobiernos regionales, los comandos COVID y muchas otras iniciativas no fueron suficientes, pero hizo un esfuerzo extraordinario, dentro de sus recursos y capacidades, por intentar responder a una emergencia como no la veíamos venir hace años. Si antes ya se venía diciendo que había que hacer algo, la pandemia demostró la precariedad en el sistema de salud, pero también la fragilidad del modelo económico. No es dable que ante un shock externo se aumente 10 puntos porcentuales de pobreza. Esto demuestra que hay que desmaquillar esa narrativa para poder enfrentar los problemas inherentes que tiene el Estado en salud, educación y políticas sociales.
Perú fue uno de los países más afectados por la pandemia y mucho se ha escuchado la idea de que la culpa es de la gente y no del Estado porque la gente sale y contagia su familia, pero hay que ser claros, esta gente no salió porque quiso, sino porque tenía que trabajar, (o por lo menos la mayoría). Muchos grupos que han sido olvidados antes de la pandemia como la población indígena y la afroperuana han sido afectados gravemente.
Considero que es tiempo para hacer una reflexión. Debemos reconocer que en estos 200 años de República no hemos sido capaces de garantizar una igualdad de condiciones a la ciudadanía. En la medida que un ciudadano se considere con más derechos que otra persona por atributos sociales étnicos y económicos hay un problema. Todos tenemos los mismos derechos. Siento que estamos llegando a un Bicentenario con muchas brechas de desarrollo que tienen que ser respondidas, tanto por políticas públicas como por un discurso que reconozca nuestra diversidad cultural como país. Asimismo, el problema de la inestabilidad, políticamente hablando, es que dificulta la gobernanza. Es decir, la confrontación permanente en los poderes del estado, la rotación de ministros y viceministros hace difícil continuar con las políticas y reformas, ya que para eso se necesitan equipos estables que puedan construir objetivos en el tiempo.
No sé si soy optimista o pesimista, pero es claro que no estamos llegando a una celebración. Llegamos tras un duelo nacional de más de 180000 personas fallecidas por el COVID-19. Entonces, yo creo que el bicentenario tiene que verse más como un espacio de reflexión de aquellas tareas que seguimos arrastrando, para poder construir un estado que sea efectivo, que garantice derechos y que no trabaja solo, sino con la ciudadanía y la empresa privada.
Creo que más allá de la juventud lo que toca replantearnos es la idea de tener una ciudadanía crítica y activa. Eso implica participar de distintos espacios y movimientos. Como jóvenes podemos estar de acuerdo en unas cosas, es decir, no hay una juventud homogénea, pero lo importante es que nos organicemos y movilicemos para hacerlo bajo un margen democrático. Los hartazgos llevan a la ciudadanía a volverse activa. Personas que pensamos que nunca iban a marchar estuvieron marchando por distintas causas.Sí puede haber un optimismo por esta nueva generación y si queremos que las cosas salgan bien tenemos que involucrarnos como ciudadanos.
Uno puede pensar de distintas formas, pero creo que lo que nos une como politólogos es que la mayoría de todos los que conozco tienen un sentido democrático fuerte. Involucrarse en la vida pública es la forma de poder aportar y construir ciudadanía en las personas. Los politólogos son tildados de tibios, pues tienden a ser más objetivos y a analizar, pero a nivel personal siento que ha habido un cambio. Mis profesores de la universidad se están involucrando, ya que entre tanta información y tanta noticia falsa que abunda hay algo importante que decir. Lo que le puedo decir a mis futuros colegas es que desde donde estén, lleguen a tener una postura objetiva con responsabilidad ética y comprometiéndose con causas justas. Esto no aplica sólo para los politólogos, sino para todos los profesionales.
__________________________________________________________________________________________________________________
Esta entrevista fue realizada en el marco del proyecto Voces del Bicentenario, coordinado y producido por la Oficina de Promoción Social y Actividades Culturales de Letras (Oprosac)