15/10/2020
Aunque la noción de “violencia de género” es ampliamente utilizada, definirla no es una tarea sencilla, pues los usos que se le da a la idea no son siempre homogéneos. Tradicionalmente, el concepto de “violencia de género” se refiere a la violencia sufrida por las mujeres por su condición de mujeres. De hecho, muchas legislaciones como la peruana prefieren aludir directamente a la “violencia contra la mujer” antes que a la “violencia de género”.
Tal vez, una forma simple pero suficientemente directa de entender qué es la “violencia de género” consistiría en comprenderla como aquella violencia que ocurre motivada por los prejuicios y hábitos culturales en torno a los roles de masculinidad y feminidad; o que se da en el marco de una relación desigual entre los géneros. Esta violencia puede ser de diferentes tipos y tener diferentes manifestaciones: violencia física, violencia psicológica, violencia sexual, hostigamiento sexual, violencia económica, etc.
Ahora bien, una pregunta polémica pero interesante es aquella que nos pide cuestionar si solo las mujeres pueden ser víctimas de violencia de género. Por ejemplo, una autora clave como Rita Segato desarrolla una comprensión más amplia del fenómeno, proponiendo no solo que la violencia de género puede afectar a los varones, sino que existe la violencia “intragénero”: aquella que está basada en los prejuicios y hábitos culturales sobre la masculinidad y la feminidad, pero que se da entre personas del mismo género (por ejemplo, entre hombres que asumen que deben probar su masculinidad resolviendo sus problemas con violencia).
Esta última es, por supuesto, una idea interesante que merece por lo menos ser discutida, pero no debe hacernos olvidar que, en cualquier caso, la violencia de género es un fenómeno estructural. Es decir, es un fenómeno que no depende solamente de la decisión personal de individuos violentos, sino que además depende de una serie de prácticas y estereotipos a los cuales nos hemos habituado, al punto de que se han vuelto parte normal de nuestras vidas: parte normal de cómo estructuramos nuestras sociedades, nuestras relaciones con otras personas y nuestras expectativas sobre la propia identidad.
Si no perdemos de vista que la violencia de género es un fenómeno estructural, podremos entonces llamar la atención de que vivimos en sociedades en las que se han normalizado prácticas sexistas que denigran y quitan libertades -sobre todo- a las mujeres. Por ello, aun cuando asumamos la definición más amplia de la violencia de género que nos propone Rita Segato, deberíamos ser conscientes -como ella- de que se trata de un fenómeno que, en sus diferentes manifestaciones, expone al maltrato cotidiano a las mujeres, como producto del contexto misógino en el que nos hemos acostumbrado a vivir.
En ese sentido, aun cuando podamos afirmar que nunca hemos cometido un acto de explícita y directa violencia de género, tenemos la obligación de examinar nuestras prácticas y comportamientos cotidianos, para considerar si es que tienen la carga normalizada de los prejuicios sexistas que son, lamentablemente, ya parte habitual de nuestra sociedad.
Rubén Merino es Magister en Estudios Culturales (PUCP) y licenciado en Filosofía (PUCP). Él es docente de cursos de Filosofía y Ética. Investiga en temas de filosofía política, estudios de género y estudios de memoria. Además, es autor de artículos sobre violencia de género, filosofía, responsabilidad y memoria aparecidos en publicaciones del Instituto de Estudios Peruanos (Los Rendidos, 2015); el Instituto Francés de Estudios Andinos (Pensar las cárceles en América Latina, 2016); el Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social (Memorias del Presente, 2017); y la Universidad de León (Cuestiones de género: de la igualdad y la diferencia, N°14, 2019).