19/12/2020

LETRAS SIN VIOLENCIA DE GÉNERO: "VIOLENCIA (IN)VISIBLE"

Hace unos meses, pude sentir, tan solo a través de una red social, la indignación de miles de hombres y mujeres ante los aterradores hallazgos de un experimento en Google. La dinámica consistía en introducir en el buscador de esta página el “nombre de una mujer” – si eres mujer, podías poner el tuyo – junto a la palabra “hallada”; posteriormente, el experimento aseguraba que encontrarías, por lo menos, una noticia sobre una mujer asesinada, abusada o violentada. Lo aterrador y nefasto de este experimento fue que los resultados evidenciaban una enorme cantidad de mujeres violentadas, diversas mujeres en diferentes países, ciudades y distritos- algunas conocidas o violentadas muy cerca de ti.  La gran mayoría de estas – sino todas- golpeadas, violadas sexualmente o asesinadas por hombres conocidos, profesores, esposos, padrastros o familiares suyos. Todas víctimas de violencia de género.

Ante los resultados, se podía apreciar la indignación casi total de los usuarios. Claramente, eran ejemplos de violencia hacia la mujer y debían ser completamente rechazados. Sin embargo, y esto resulta preocupante, no se nota la misma indignación ante otros casos – tal vez menos evidentes- de violencia de género. ¿Qué hacemos cuando en muchos casos no existe un  rastro visible como un ojo morado, pero sí imposiciones sociales que culpabilizan, denigran, controlan, invisibilizan y sexualizan a las mujeres? ¿Debemos esperar que la violencia llegue a su manifestación más cruenta- o, al menos, el más notorio-  para tomar conciencia de la realidad, indignarnos y ejecutar acciones?

Cabe resaltar, que la violencia de género es un fenómeno estructural que atenta contra los Derechos Humanos y opera en base a relaciones de poder entre hombres-mujeres y hombres-otros grupos subordinados que coloca a los segundos en situaciones de inferioridad y genera desigualdades. Asimismo, se debe entender que hablar de género no equivale necesariamente a hablar de mujer, pero para fines de este artículo, se enfocará la violencia de género ejercida específicamente a mujeres.

Ahora bien, la violencia de género se presenta como un iceberg. Como esos bloques grandes de hielo del que solo se percibe una novena parte de su volumen total. De esta misma manera, se configura la violencia de género: solo se percibe y se reconoce socialmente un acto de violencia cuando es encasillable dentro de lo más visible: esto es cuando recae en la violencia física, cuando un hombre mata a su pareja o un chico golpea a su enamorada.  Sin embargo, estas manifestaciones solo son el eslabón final de un espiral violento que comienza de la manera menos perceptible. Debajo de esas manifestaciones, se encuentra la violencia “invisible”, la parte escondida del iceberg. Resulta curioso cómo denominamos invisible a la que, probablemente, sea la violencia más cotidiana, constante y fría.  Por mi parte, encuentro esta denominación como una contradicción, puesto que en realidad es la violencia más visible. Las presenciamos día a día de múltiples formas y, a menudo, son disfrazadas a tal magnitud que, incluso viviéndolas es difícil reconocerlas o a están presentes en nuestro entorno y, a veces, optamos por no verlas. A esas manifestaciones queremos apuntar en el presente artículo:  Las violencias (in)visibles que no son reconocidas y que normalizamos diariamente.

Debemos dejarlo en claro: no es normal que violenten física y psicológicamente, abusen y violen a una mujer; pero tampoco es normal que nos invisibilicen, desvaloricen, sexualicen y controlen nuestras vidas por el hecho de habitar un cuerpo femenino. Estas manifestaciones de violencia se pueden apreciar en diversos ámbitos y espacios de nuestra vida diaria: en la objetivación y sexualización de las mujeres- expresada y naturalizada en la publicidad y medios de comunicación-, en los “chistes” sexistas que nos contaron de pequeños y nos dio risa o en esas típicas frases como “Deja de llorar como niña”, “Debes comportarte como una señorita”, “no te metas. Tú no sabes, esas son cosas de hombres” que reflejan los estereotipos más vejatorios y perpetúan los roles de género.

De la misma forma, la desvalorización e invisibilización de la mujer en ámbitos académicos y políticos refleja una violencia de género invisible e implícita, ejemplo de ello es la designación, después de 101 años, de la primera decana mujer en la facultad de Derecho o la desvalorización de la mujer en la política por una falta de masculinización, históricamente relacionada al poder. Estos ámbitos han sido por muchos años mayoritaria y exclusivamente masculinos. Por ello, cuando una mujer ingresa se percibe una transgresión a los espacios y se les requiere un doble esfuerzo por ello. Por otro lado, culpabilizar a las mujeres por casos de hostigamiento y violencia sexual también represente violencia de género (in)visible. Hemos sido testigos de las justificaciones más absurdas como la vestimenta provocativa, si anduvo sola de noche, si salió de fiesta o si le gustaba la “vida social”, conocida y aterradora declaración de un abogado. A las mujeres nos puede gustar la vida social y no por ello debemos ser víctimas de violencia en ninguna de sus formas. Eso también debe quedar en claro.

Por otro lado, este tipo de violencia ha sido disfrazada muchas veces de humor. Creo que la presencia de humor sexista ha sido parte de nuestro día a día, al menos alguna vez hemos escuchado un chiste sexista por parte de algún amigo que hemos normalizado o hasta nos ha causado gracia. Sin embargo, la perpetuación de roles y la sexualización/objetivación de la mujer se encuentran presentes y no se cuestionan por ser parte de un momento gracioso. La violencia disfrazada de amor también se encuentra presente y considero que puede ser una de las más peligrosas. El chantaje emocional se encuentra presente y puede funcionar como mecanismo para controlar nuestras decisiones y actitudes. No es normal pensar dos veces antes de actuar para evitar que tu pareja se moleste o se separe de ti ni muchos que te humille o desprecie. El amor nunca puede ser una justificación para privar tu libertad como persona.

Según el Diagnóstico sobre violencia de género en la PUCP, el 71,55% de la población estudiantil ha vivido episodios de violencia de género, de los cuales el 79.2% fueron mujeres. Ante ello, debemos seguir trabajando para visibilizarlas y reconociendo el problema estructural. Se debe comenzar hablando de estas violencias, deslegitimarlas, reconocer que violan los derechos y, sobre todo, son reales. No seamos cómplices de ellas, brindemos comprensión, soporte y confianza a las víctimas. Nuestra lucha continúa.

Sobre la autora:

Kiara Ortiz es feminista y estudiante de sexto ciclo de Ciencia Política y Gobierno en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Durante su formación en el pregrado ha investigado sobre activismo feminista en el Perú, acoso político con elementos de género, mandatos de belleza y diversidad corporal.  Asimismo, es representante estudiantil ante el Consejo de Facultad de Estudios Generales Letras 2019-2020. Por otro lado, sus áreas de interés son los estudios de género con énfasis en la reivindicación de los derechos políticos de la mujer.